Mi primera experiencia con el Yagé


El encuentro fue en una finquita ubicada en Guarne, uno de los municipios del Oriente Antioqueño.

Adentro una habitación muy amplia adornada con cuadros de indígenas y jaguares, en el piso habían colchonetas esparcidas que la gente elegía conforme llegaban, en un rincón estaba dispuesta una mesa para los elementos del taita; velas, hojas, esencias, plumas, carbones, etc.

Cuando llegamos inmediatamente me separaron de mi compañero y que según el viaje, en el transcurso de la noche podríamos unirnos de nuevo. La finca es de clima frio y no habíamos llevado cobijas ni nada para dormir, así que la señora de la casa nos prestó dos; el lugar se fue llenando rápidamente de gente, algunos pocos vestidos de blanco, con un gorrito bordado. Estos caminaban de un lado a otro arreglando todo y en el ambiente había una sensación de misterio que se afianzaba la música.

Después de un rato entró un hombrecito pequeño, con facciones indígenas pero sin la vestimenta que uno se imagina de un taita; tenía camisa blanca y pantalón oscuro y a su lado había una mujer bajita, blanca y gordita, con pelo corto y una diadema de plumas, que vestía una falda amplia y un collar de semillas en su mano que no paraba de hacer sonar.

El taita se puso una ruana colorida y se sentó en la mesa, mientras tanto todos los presentes lo miraban desde sus colchonetas. Empezó a cantar en un dialecto desconocido y a tocar una armónica, el ambiente para mi se tornó mágico, él empezó a hablar y dijo que por ser la última toma del año en ese lugar íbamos a hacer un ritual de la luz para augurar prosperidad en el 2009. Empezó de nuevo un canto y prendió un velón amarillo, del que cada uno de nosotros prendía su vela.

El ritual coinsistía en acercar la vela a otra persona y compartir nuestra “ luz” verbalizando buenos deseos al otro, ese ritual fue sencillo pero emotivo, mirar la llama te hacia transportar, y aunque en teoría estábamos normal, yo ya sentía todo desde otra perspectiva, me quede ensimismada con los colores del fuego y veía una gama muy diversa y sentía que estaban todos los colores y los asociaba a cada uno de los chacras y por ahí me fui; mirando el movimiento de la llama, de los contornos. Al rato cuando la gente terminó de compartir su fuego con los conocidos, el taita volvió a hablar, ahora si, de lo que nos reunía en ese lugar; hablaba con una vos suave e inspiraba respeto, definió algunos de los efectos posibles del Yagé, cuál era el ritual, que se debía pedir, habló sobre el poder medicinal del brebaje y sobre la sanación, e invitó inicialmente a los primerizos a que pasáramos a beberlo.

La gente se fue parando y podría decirse que más de la mitad de los presentes éramos primiparos. Yo me quedé sentada esperando que la fila fluyera, la muchacha de mi lado fue la primera y cuando regreso no tenía una cara muy alentadora, yo ya hay reevaluaba si quería tomar o no, al fin mi compañero que era el último de los primerizos en la fila me llamó y pues me pare sin pensarlo mucho y me uní a la fila. Ahí había un hombre de los de blanco que hacía recomendaciones para recibir la copa y tomar la bebida… se debía coger con ambas manos, pedir algo específico que uno quisiera sanar o que el Yagé ayudara a responder, se podía pedir una o mil cosas, no importaba. Ya era mi turno, recibí la copa de madera donde el taita había depositado un liquido color barro y de consistencia espesa. La verdad no quería pedir nada, quería que me revelará algo que fuera pertinente para mi vida, mis caminos, quería sanar cosas inconscientes y que me estuvieran deteniendo en mi evolución, me tomé el líquido de un solo trago y cogí mucha panela para pasar el sabor fuerte que quedó en mi boca, no sabría describir ese sabor, para mi tiene algo de fermento, algo de dulce, de amargo, de hierro, un sabor muy fuerte a lo que debe saber la tierra.

Después a mi colchoneta; me acosté y en parte solo pedía que mi cuerpo absorbiera el conocimiento y la luz del Yagé pues no quería vomitar y ya sentía mi estómago arder. (Según dicen, se recomienda estar estar en ayuno o con una dieta frutal!)

Me quedé dormida, arrullada por unos cantos hermosos que entonaban varios de los presentes, me deje llevar por las voces melodiosas y los sonidos de los tambores, las dulzainas, las guitarras, las maracas, los llama lluvias y las semillas…

No sé cuanto tiempo pasó cuando me desperté, a mi derecha una señora estaba acompañada por la mujer de la diadema de plumas y vomitaba sin parar y se escuchaba el llanto y como sufría (al otro día me dijo que pensaba que se iba a morir) y a mi izquierda estaba la hija que se tapaba los oídos y temblaba; preferí ponerme los zapatos y salir a la manguita, afuera habían muchas más personas vomitando. No me gustaba el sonido pero intente desconectarme para disfrutar la luna llena, el frío empezó a sentirse muy fuerte y decidí entrar de nuevo. Para ese entonces no sentía más que la cabeza dando vueltas como en una borrachera.
Me acosté de nuevo y me volví a dormir, aunque es un sueño raro, no profundo, semiconsciente; la música, su melodía y su letra me iban llevando por pensamientos no intencionados. Cuando me desperté mauro pasaba cerca y me preguntó si quería volver a tomar, que a él no le había hecho efecto. Yo preferí quedarme así y no volver a tomar, no quería volver a sentir ese sabor en mi boca. Justo cuando él se fue para su lugar, me puse los tenis a mil y salí con unas ganas impresionantes de vomitar.
Afuera solo estaba uno de los hombres de blanco también vomitando, yo escogí una esquina de la casa y no quedó nada en mi estomago, solo quedó el sabor del Yagé otra vez en mi garganta. Tomé un poco de agua y me senté en una cerita de la casa. Todo mi cuerpo temblaba desenfrenadamente y empecé a llorar, sin nada en la cabeza o con todo, no me sentía bien, no quería vomitar; creo que en ese momento no quería estar ahí. El hombre de blanco seguía a mi izquierda y yo sentía que me cuidaba. Me tranquilice un poco, pero las lágrimas eran incontenibles, me puse las manos en los ojos y miles de figuras empezaron a pasar ante mí, colores muy fuertes se transformaban en otros colores, en otras figuras, los mandalas se iban transformando armoniosamente y me empecé a sentir más tranquila, las imágenes iban y venían hasta que empecé a temblar muchísimo y ese temblor me hablaba del frío que no sentía, me quedé ensimismada en los colores, en una nueva presencia a mi derecha que acompañaba al hombre de blanco, esta presencia deslumbraba, era mucho más brillante, cuando abrí los ojos para ver qué o quién era, encontré al hombre que me había dado las indicaciones antes de la toma conversando con el otro, ambos tenían la misma ropa y no habían diferencias en las intensidades de sus blancos, lo que me causo gran curiosidad; mi cuerpo empezó a temblar más fuerte y ya no habían imágenes que me entretuvieran, los hombres se fueron y me quedé sola; arriba la luna en el cielo nublado no dejaba de alumbrar intensamente el lugar; no sé cuanto tiempo estuve mirándola y sintiendo su energía, transportándome, hasta que el frío me venció y volví a entrar.
Ya adentro en mi colchoneta con la calidez del lugar nuevamente vinieron imágenes a mi cabeza; un ave naranja se difuminó rápidamente para dar paso a unos ojos en blanco y negro, que se convergían en olas naranjas de diferentes tonalidades.


Quedé nuevamente dormida o en estado de ensoñación; quería que la luz del día llegara; aunque el lugar nunca dejó de estar iluminado por la luz de las velas y la chimenea. La señora de la diadema pasó muy cerca y me dijo que cogiera mi almohada y fuéramos a un lugar a hacerme una limpieza, hice lo que me dijo y a mauro lo sentaron a mi lado, le pregunté si había entrado en trance y me dijo que creía que no; en esas llegó el taita y empezó a pasar por cada uno y a sacudir unas ramas de hojas limpiándonos, pasó por delante y por detrás, después pasó con una olla llena de carbones e inciensos y nos bañaba el cuerpo con el humo, después volvió a pasar y esta vez nos echaba un liquido por detrás, yo no entendía que era ni como lo echaba, era como spray, cuando pasó a echarnos por delante me di cuenta que el tomaba algo y nos lo escupía, cerré los ojos para no ver y espere mi turno con mucho asco la verdad.

Todo el tiempo la señora de la diadema iba a su lado tocando un tambor y al final ella nos repartió un frasquito con un líquido, un amuleto que se debe cargar y untárselo para la prosperidad. De ahí en adelante me acosté y fue como parpadear para pasar de la oscuridad a la luz, amaneció de una, como si hubieran prendido la luz del sol. Ver la luz del día me llenó de felicidad y me volví a dormir, los músicos dejaron de cantar y cayeron extenuados. Yo dormí profundamente y cuando me levante ya no había nadie en la casa a excepción de los músicos; ni taita, ni gente de blanco, ni primíparos… me sentía muy cansada, tenía mucha sed y pocas ganas de comer. Así fue mi experiencia con el yagé, no entré en trance y me dejé vencer por el sueño.


A la final una buena experiencia, diferente a cualquier cosa que ya hubiera vivido, transportadora y ensoñadora; después de un año me siento más preparada para recibir la medicina y enfrentarme a lo que tenga que sanar de una manera más consiente.

2 Response to "Mi primera experiencia con el Yagé"

  1. Luis Lucena Canales Says:

    Me ha parecido muy interesante su narracción. Con respecto a las imágenes, ¿están dibujadas por usted? ¿Tienen relación con las imágenes que vio en su toma de Yagé? Agradecería su respuesta

  2. Maga resonante Says:

    Gracias Luis...
    La primera imágen es un dibujo mio, las otras son imágenes encontradas en internet, (y desafortunadamente no tengo los links, ni las respectivas referencias) pero las utilice por que son muy parecidas a las imágenes que recuerdo de mi toma.

    Gracias por su lectura y comentario!