Hambre y revolución


Ha pasado un día entero y aún no ha sentido en su boca el dulce sabor de alimento alguno. Prefiere pensar en otra cosa, embolatar el hambre, en eso se ha vuelto experto. Piensa que no será la primera ni la última vez que toque su cama sin haber comido; por eso tiene la convicción que este mundo desigual necesita cambiarse. Cierra los ojos y trata de enfocarse en el ahora, en sus tareas; esas con las que cree logrará una sociedad sin clases ni privilegios para unos pocos. Pero las fuerzas se van acabando, la agonía en el estómago se hace más fuerte y aunque las convicciones se mantienen firmes, el instinto de sobrevivencia lo mueve.

Un guerrero más dimite de la lucha por un mundo nuevo, una victoria más del capitalismo y las políticas neoliberales que usan el hambre y la pobreza como estrategia de guerra, un opositor más callado, coptado, por que necesita sobrevivir.

La estrategia funciona. Cómo hacer la revolución cuando hay hambre, cómo cambiar este mundo cuando ese mundo nos mantiene al filo de la muerte? Y para los demás, para los que no tienen hambre y tienen el privilegio de comer, quienes no alcanzan a imaginar ni vivir la pobreza que aqueja a más de la mitad de la población, su mundo no necesita ninguna transformación. O acaso pueden solidarizarse por un mundo igual para todos? Sin privilegios, con equidad?






Otros mundos


Lo interesante de los encuentros es conocer nuevos mundos, esa exploración de un universo complejo que es el otro; 
es la aventura, la travesía para ir descubriendo qué lo compone, cómo y porqué vibra, qué lo moviliza y apasiona, 
y sobre todo saber qué lo hace soñar;
y así, en esos ires y venires de la búsqueda por ese otro, por entenderlo y reconocerlo,
se hallan los puntos que acercan y se reconocen los que alejan; 
siempre teniendo la certeza que en ese ejercicio dialéctico uno mismo se transforma, se reconoce, se nutre y crece.

Por esto siempre agradezco la oportunidad de conocer otros mundos, teniendo plena consciencia que pocos se exploran a fondo.